La tarea de traducir un anuncio publicitario no era muy difícil, en parte debido al hecho de que el anuncio que escogí no tiene técnicas como el juego de palabras ni eslóganes. Por eso, no tuve que cambiar el contenido ni la estructura mucho para comunicar las mismas ideas. El vocabulario no es de un nivel muy alto, me imagino porque el anuncio se dirige hacia una audiencia de personas comunes y corrientes—a las familias, a la clase media, etc.
Sin embargo, hay una palabra, la palabra celdilla, para la que no pude encontrar ninguna traducción. Busqué en varios diccionarios pero la única traducción que encontré era “cell” (de una colmada), que no usamos en inglés para hablar del zumo. Bajo sinónimos, encontré palabras como celda, casilla, nicho, ninguna de las cuales sirve como una descripción adecuada de las partes de una naranja en inglés. Cuando hablé con un nativo, me dijo que celdilla era pulpa, pero el anuncio usa las dos palabras en sucesión, entonces en este contexto no significan lo mismo. Por eso, tuve que recurrir a la técnica de omisión, porque no existe una traducción correcta. No creo que esta pequeña omisión tenga un efecto muy negativo en la traducción en términos de contenido.
Para mí, la actividad de revisión que hicimos en clase era muy útil. Al leer mi traducción sin leer la versión original, mi compañero me ayudó a identificar frases extrañas en inglés. Después de leer un texto tantas veces, me pareció idiomático aunque no lo era. A veces aunque supiera que no sonaba bien, no pude formular la estructura correcta en inglés porque ya lo tenía formada en español y no pude pensar en cómo decirlo de nuevo.
Sobretodo la primera traducción me fue bien. Aprendí mucho, incluso el valor de revisión por compañeros y por nativos.
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